Y te miro (a veces sin que estes o te enteres de ello), y recuerdo ese casi beso que te di. Aun no se se te habrás advertido de eso, te fuiste y antes de que camine 2 metros subiste a aquel autobús entonando un canto de moda, dejándome no solo con una confusión de magnitudes colosales en mi entrincada y enamoradiza cabeza, sino con aquella indescriptible sensación en lo labios, que sabían que habían besado tus dulces comisuras y la punta de esos labios con los que sueño cada noche. Recuerdo ese momento, aún me estremezco, me eriza la piel recordarlo, pensar que fuiste mio durante ese segundo, ese segundo que había robado la miel de un espasmo sin pertubar tu moral, en que hice realidad, con el máximo disimulo, mi innoble, ardiente y pecaminoso sueño manteniendote aun asi a salvo. Sin embargo, no era mi dulce niño a quien había poseído ese instante, sino a una creación de mis mejores sueños (los mas lindos), mezclados con tu persona, agregando un poco de calor a ese frío y poco demostrativo niño que conserva toda la dulzura muy, muy adentro y bien guardada consigo mismo.
¡Ay, mi dulce niño! Alma mía ¡pecado mio! Si supieras esas ganas que tengo de meter mis manos por sobre esas ropas que cubren tu cuerpo, de poseerte, de que seas mio por lo menos otro segundo mas, mi piel entibia con la simple idea de rozar la tuya, tenerte cerca hace un pecado esta soledad, hace que todo en si parezca nuevo y reluciente.
Pero aunque no sientas jamas estas cosas, ni pienses en leerlas, mientras yo las escriba y quien guste las lea, siempre (y lo escribo: SIEMPRE) existirá un NOSOTROS, y esta será la unica inmortalidad que tenemos.
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