Siempre preferí no arrepentirme de nada de lo que hice en mi vida, por más malo que fuese. Así vivo a conciencia tranquila, siempre soy de las que piden perdón y no puedo dormirme si estoy enojada. Decidí admitir ser responsable de mis actos y bancarme cada consecuencia y seguir como me han enseñado a golpes y caricias
Estoy segura que a la hora de hacer cuentas,
mi vida fue, por mucho, más plena que la tuya
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